sábado, 30 de julio de 2011

"¿Dónde estas?...¿Por qué no estas?..."



El castillo era un espacio en pena. El llanto golpeaba. Preso de la impotencia y el miedo, la pérdida sufrida esa misma noche hacían que el Rey Lorfen derramara finas perlas, brotadas éstas de sus ojos azules. Su hija, Marlen, desaparecía dejando en su marcha una oscura mancha de sangre sobre las sábanas de su antiguo lecho. Ventanas abiertas y el grito nocturno bajo una luna de reflejo índigo. Así fue como comenzó la tragedia.

Yo, soldado de la guardia del imperio, observaba la escena, contemplando lo ocurrido. La habitación olía a ella, recordaba su tez suave y pálida que junto a su pelo rojizo habían dotado de pasión más de una oscura velada. No quise derramar la lágrima que merecía, porque todavía la esperanza no se había consumado, creía saber cuál era la causa, todos conocíamos al sujeto ejecutor de tan despreciable acto, pero nadie se atrevía a mencionar su nombre.

Mikarl, segundo hijo del Rey parecía ser el culpable, seguramente ese hecho fuera lo que más dolor provocaba sobre Lorfen.

Me estoy volviendo loco. Mi amor me llena de coraje para emprender el viaje en busca de Marlen. Mi don me ofrece la esperanza de que no busco en vano, me asegura que ésta bella flor aún no ha marchitado, pero el miedo me ahoga al no saber si concluiré con éxito mi hazaña.
Mañana antes que el sol salga yo ya estaré fuera dando los primeros pasos en busca de mi más preciada posesión.

Con la luna de compañera mancho sobre el papel de este diario el principio de mi historia. Mientras vuestra vida sigue su curso yo caminaré sobre mágicas tierras, me adantraré sobre oscuros bosques, lucharé contra las más temibles bestias.


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