jueves, 11 de agosto de 2011

Una temporada en el infierno



Virgang alzó los ojos de la página que estaba leyendo y miró distraídamente a través de la ventanilla. Aquella noche había dormido mal y, por la mañana, se había despertado demasiado tarde para coger el monorraíl de las siete y media. Viajaba, por lo tanto, en el tren de las ocho, lo que significaba que llegaría al menos diez minutos tarde al comienzo de las clases. ¡Precisamente ese día, que tocaba laboratorio! Virgang chasqueó la lengua con fastidio. Todo era culpa de aquel individuo de la noche anterior, con su extraña forma de hablar y su libro de papel...



Al llegar a casa, había preferido no contarle nada a su padre de lo sucedido con aquel desconocido; sabía que el lo relacionaría inmediatamente con los enemigos del emperador y se preocuparía. . No quería admitir que todo había cambiado, que la Resistencia Antiglobalización había perdido la batalla y que ya apenas quedaba gente que recordase los nombres de sus líderes más célebres...


El caso es que Virgang había evitado hablar en casa de su encuentro con el vagabundo; sin embargo, en cuanto terminó de cenar, corrió a encerrarse en su cuarto, donde había permanecido leyendo hasta muy tarde. Al principio le había dado asco el libro de papel, con sus páginas amarillentas, que crujían como hojas otoñales... Pero luego se había ido acostumbrando hasta llegar a olvidar la incomodidad de aquel viejo objeto. Había leído y leído hasta caer rendido, ya a altas horas de la madrugada...


Y después, había sucedido lo que el vagabundo le había pronosticado. Es decir, había tenido un sueño; un sueño «fabricado» por el libro que había estado leyendo, o al menos sugerido por él. Se trataba de un sueño muy extraño, más vivido que cualquier otro que hubiese tenido jamás. Se había visto, de pronto, en mitad de un castillo viejo, entre árboles centenarios y ruinas de templos antiguos, de aspecto europeo. El viento susurraba entre las hojas de las ramas más altas y, de cuando en cuando, se veía entre las oscuras copas de los árboles un retazo de cielo estrellado. Virgang avanzaba en el sueño y oía el sonido de sus propias pisadas sobre las hojas secas. Sentía un extraño y maravilloso calor en el corazón. Era como si se dirigiera a un lugar muy amado por él, a una especie de hogar escondido allí, en el bosque; y todo el tiempo, a medida que iba avanzando, sentía que su meta estaba próxima, y eso le llenaba de felicidad.


No había vuelto a recordar el sueño hasta ese instante, en el tren, al releer aquel pasaje del libro de H. G. Wells en su cuaderno electrónico. Su mente había debido de mezclar los recuerdos de la lectura nocturna con su viejo deseo de visitar un bosque de verdad, de los de acceso restringido. Pero la sensación de caminar entre los árboles había resultado tan verdadera, y el calor profundo que le había invadido mientras lo hacía era tan dulce y reconfortante... Tener que volver a la realidad después de un sueño así constituía una dura prueba. Y todo por culpa de aquel tipo, de aquel vagabundo medio chiflado...


El tren frenó suavemente hasta detenerse en la décima estación de la línea. Era la suya, así que Virgang, después de cerrar su cuaderno y guardarlo en la cartera, se abrió paso a empujones hasta la salida. Las cintas transportadoras que conducían al exterior estaban atestadas de gente, por lo que, a pesar de sus esfuerzos, apenas lograba avanzar. Tardó más de un cuarto de hora en llegar a la rampa de ascenso que iba a dar a la plaza del instituto...


Después de mostrar su tarjeta de identificación en la puerta de entrada, Virgang se dirigió corriendo al pasillo de los laboratorios. Afortunadamente, el profesor de Biología, don Ramiro, no era de los más exigentes en materia de puntualidad. Además, había conocido a su padre, y le tenía cierto afecto, así que no esperaba que lo regañara.


—Ya estoy aquí —anunció, abriendo con brusquedad la puerta de la cabina experimental que compartía con su compañero Alejandro


el muchacho se volvió hacia él con un leve gesto de reproche. En la penumbra, Virgang distinguió la expresión interrogadora


—Siento llegar tarde —murmuró, sentándose al lado del chico—. ¿Ya habéis empezado?


Alejandro, que se había quitado el equipo de comunicación virtual al oírle llegar, hizo un gesto negativo con la cabeza.


—Don Ramiro ha estado explicándonos en qué consiste el experimento de hoy, solo eso —dijo en voz baja—. También ha pasado lista, claro. Ha preguntado si estabas enfermo...


Virgang se ajustó el casco y los altavoces de comunicación rápidamente, lo mismo que su compañero. De inmediato, apareció ante ellos el aula virtual, que en esta ocasión era un parque arbolado, escenario predilecto de don Ramiro para sus clases. Desde las otras cabinas, los estudiantes dirigían sus imágenes virtuales en aquel entorno idílico. Con un suspiro, Virgang envió la suya a sentarse sobre la hierba en una de las últimas filas. Un par de rostros se volvieron para saludarle, y el profesor le sonrió.


—Me alegro de que ya estés aquí, Virgang —dijo—; nos preguntábamos si te habría sucedido algo... Como les explicaba a tus compañeros, hoy vamos a aprender a interpretar un análisis de sangre. Tenéis los dispositivos para extraer vuestras propias muestras sanguíneas en la cabina, a vuestra derecha. Alejandro te explicará cómo realizar el informe a partir de los resultados obtenidos, ¿no es así, Alejandro?


Desde la primera fila, el Alejandro virtual lanzó una rápida mirada a Virgang y asintió con la cabeza. Virgang detestaba aquella falsa imagen de su amigo, con su aspecto guerrero largos cabellos lacios ymorenos y sus ropas a la última. Prefería, con mucho, a el amigo de carne y hueso que estaba sentado a su lado en la cabina; no era tan alto, ni tan delgado, ni tan perfecto en todos sus rasgos;


—¿Estáis preparados, chicos? —dijo el don Ramiro virtual sonriendo—. Pues adelante. Poned el dedo en el dispositivo de recogida de muestras y esperad a sentir el pinchazo; la sangre irá cayendo al tubo que está debajo; recogedla e introducidla en el ordenador de análisis. Cuando tengáis los resultados, comenzad a elaborar el informe siguiendo las pautas que yo os he indicado...


Virgang estaba a punto de colocar el dedo en el aparato que le correspondía cuando advirtió que a Alejandro le sucedía algo extraño. En la pantalla virtual seguía conservando su aspecto impecable y distante de siempre, pero allí en la cabina, muy cerca de él, podía oírle respiración rápida y alterada de su amigo. Parecía que se estuviera ahogando...


—¿Qué te pasa? —preguntó, quitándose el casco de comunicación—. ¿Te encuentras mal?


—No soporto la sangre —replicó el, imitando su gesto—. Me pongo enfermo solo de verla...


—Será solo un momento, ni siquiera te darás cuenta —dijo Virgang,


—cierra los ojos y pon la mano sera solo un momento—Alejandro estava muy nervioso asi que metio la mano en el lado de Virgang recibiendo asi el pinchazo y el ordenador achivo la sangre con el nombre de virgang



De nuevo había abierto los ojos y le miraba con gesto alarmado. Alejandro, que ya estaba suficientemente nervioso antes de recibir aquella mirada, se sintió tan confundido que estuvo a punto de derramar el contenido del tubo en el suelo.


—¿Por qué, qué pasa? —acertó a preguntar.


—Has tomado mi muestra de sangre con tu operador —replicó virgang con una mueca de disgusto—. Ahora tendremos que explicárselo a don Ramiro, y nos obligará a repetir la práctica...


Era cierto. Con la emoción del momento, Alejandro había guiado su mano hasta el operador situado a su derecha, y a la izquierda del chico. La muestra quedaría automáticamente registrado con su nombre, y no con el de el...


—No te preocupes —dijo, algo azorado—. Nadie tiene por qué enterarse de lo que ha pasado. Yo me haré el análisis con tu operador, y listo. ¿Qué más da? Después de todo, solo es una práctica...


Sin pensárselo dos veces, colocó su dedo en el operador de Alejandro y recogió su propia sangre en el tubito que había debajo, introduciéndola, a su vez, en el ordenador.


Alejandro parecía haber aceptado aquella solución como el menor de los males posibles, y, sin protestar, se limitó a seguir con aire de desconfianza los movimientos de su compañero de cabina.


—Espero que esto no nos traiga problemas —murmuró antes de volver a colocarse el casco de comunicación—. Era lo que me faltaba...


Virgangcomprendió que se refería a las investigaciones que últimamente se habían realizado en el instituto en relación con el consumo de sustancias prohibidas. Un par de amigas de Alejandro habían sido sorprendidas con dosis sospechosas de tranquilizantes y, desde entonces, nadie había vuelto a verlas por el centro... Aquello había puesto en el punto de mira a todo el grupo de chicas relacionadas con las dos infractoras, y hacía varias semanas que los registros de sus ropas y carteras se repetían a diario. Debía de resultar un poco humillante...


La interpretación de los resultados del análisis fue una tarea bastante sencilla. Para ocultar el error que habían cometido, Virgang realizó su informe a partir de los datos de la sangre de Alejandro, lo que no dejaba de producirle cierta emoción. De modo que el tenía cuatro millones setecientos mil glóbulos rojos por mililitro de sangre... doscientas sesenta y cuatro mil plaquetas... un nivel normal de colesterol... Era agradable saber todo aquello;


A las diez de la mañana sonaron los timbres que anunciaban el cambio de asignatura. Alejandro comenzó a recoger sus cosas para dirigirse a la cabina que le correspondía en la Biblioteca Central, desde donde los alumnos se conectaban a las clases teóricas. Virgang trató de retenerlo unos minutos charlando de esto y de aquello, pero el, después de escucharle un rato con visible impaciencia, se despidió cortésmente hasta la siguiente práctica. Era evidente que no quería llegar tarde al comienzo de la clase. Se sabía vigilado por la Guardia Escolar debido a lo ocurrido con sus amigas y temía cometer la menor infracción; resultaba comprensible. Y sin embargo, Virgang se sintió dolido y decepcionado; la prisa de su compañero suponía, para él, toda una tragedia. En la Biblioteca se sentaba muy lejos de el, de modo que no volvería a verlo y el queria hablarse sobre su progreso en los vidiojuegos de rol hasta la siguiente práctica, para la que aún faltaban dos días; mientras tanto, tendría que conformarse con su imagen virtual en los chats


Lentamente, guardó su cuaderno electrónico en la cartera, apagó las luces y se dispuso a salir. Pero, al abrir la puerta de la cabina insonorizada, le sorprendió oír la voz alterada de Alejandro en un extremo del pasillo. Parecía estar discutiendo con alguien...


—¡Es un error! —repetía una y otra vez—. No puede ser verdad, ¡es imposible!


Don Ramiro (el verdadero, con su reluciente calva y sus profundas arrugas) la escuchaba en silencio, visiblemente contrariado. A su lado, un par de policías de la Brigada Antidrogas observaban la escena con ojos inexpresivos. Justo en ese momento, llegó, muy agitado, el director.




los policias llevavan trajes negros y pantalones negros a medida con una masacara antigas blanca que les cubria todo el rostro dejando solo la vision de sus dispositivos de vision dos esferas brillantes de color azul


—Nos has defraudado, Alejandro —dijo en tono apesadumbrado—. Yo esperaba que un chico como tú, con tu inteligencia y tus brillantes calificaciones, no se habría dejado arrastrar por las malas compañías, pero ya veo que me equivoqué...


—¡Le juro que no es cierto, que en mi sangre no pueden haber encontrado nada prohibido! ¡Es imposible! —gritaba Alejandro, desesperada.


Virgang, petrificado en el umbral de la cabina, comprendió lentamente lo que ocurría. Los datos de los análisis sanguíneos que habían realizado durante la práctica habían ido aparar directamente al ordenador de la Policía; una burda trampa para detectar sustancias prohibidas en la sangre y detener a los estudiantes consumidores de drogas. ¿Cómo no se había dado cuenta antes?


De pronto, Virgang se cubrió el rostro con las manos, horrorizado. Por un momento, había olvidado que el análisis atribuido a Alejandro por la policía correspondía, en realidad, a su sangre. ¿Qué diablos significaba todo aquello? El nunca había consumido sustancias prohibidas, era imposible que su prueba hubiese dado positivo...


Mientras tanto, a pesar de las protestas de Alejandro, los policías amenazantes con sus porras de alto voltaje ya le habían puesto las esposas y trataban de arrastrarlo fuera del pasillo. Solo entonces comprendió Virgang que debía hablar, antes de que fuera demasiado tarde.


—¡Deténganse! —gritó desde la puerta de la cabina—. Ha habido un error, Alejandro no es culpable de nada. Nos equivocamos de operador... La sangre de su análisis, en realidad, es mía.


Todos se habían vuelto a mirarlo. Hasta entonces, ninguno de los presentes había reparado en él. Alejandro, desde el extremo del pasillo, le dirigió una expresiva mirada de gratitud, pero el director y don Ramiro parecían querer fulminarlo con los ojos.


—Basta, Virgang —dijo el director—; no compliques más las cosas. Si lo que intentas es proteger a tu amigo, no vas a conseguirlo mintiendo... ¿O es que quieres que te lleven con el?


—Este chico ha perdido el juicio —exclamó don Ramiro, dirigiéndose a los policías—. Es amigo del muchacho y está intentando protegerlo; ¡algo muy propio de él, por otra parte! Pero este chico no ha consumido una sustancia prohibida en toda su vida, respondo de ello. Conozco bien a su padre y...


El profesor se interrumpió, algo confuso. La alusión a la familia de Virgang no había sido una idea afortunada. Si los de Antidrogas llegaban a enterarse de que su padre era guardia del emperador, ¡estaba listo! Para intentar enmendar su error, don Ramiro se volvió hacia el chico y comenzó a reprenderlo.


—Parece mentira, Virgang —dijo, muy nervioso—. ¿Por qué has tenido que decir esa tontería? Es muy noble por tu parte, pero absurdo... absurdo. ¿Es que no has pensado en el disgusto que se llevaría tu padre si esa estúpida mentira tuya te acarrease algún problema? ¿No crees que ya tiene bastante, el pobre?


—¿Por qué?, ¿qué le pasa a su padre? —preguntó uno de los policías con la voz distorsionada por los dispositivos de la mascara y suspicacia.


Don Ramiro ya no sabía por dónde salir. Lo último que deseaba era causarle problemas a astur, el padre de Virgang, así que dijo lo primero que se le ocurrió.


—Está muy enfermo —explicó con gravedad—. Una enfermedad degenerativa...


Virgang le dirigió una mirada de reproche. ¿Era necesario inventar algo tan desagradable?


Los policías dejaron de mirar a Virgang y se dirigieron de nuevo hacia la puerta. Era obvio que estaban deseando terminar con aquello.


—Estamos perdiendo mucho tiempo, y nos esperan en Jefatura —dijo uno de ellos en tono displicente—. Chico, no olvides que mentir a la policía es un delito castigado por las leyes federales. Por esta vez, vamos a dejarlo pasar; pero te recomiendo que no vuelvas a intentarlo.


—¡Pero si no estoy mintiendo! —gritó Virgang, exasperado.


El director y don Ramiro le lanzaron una mirada asesina mientras los dos policías, escoltando a Alejandro, se alejaban por el corredor.


—Eres un loco, Virgang —dijo don Ramiro cuando los de antidrogas estuvieron lo suficientemente lejos para no oírlo—. Cuando pienso lo que podía haber pasado... Suerte que tenían prisa. Será mejor que no le digamos a tu padre nada de todo esto...


De repente se escucharon pasos al fondo del pasillo unos pasos firmes y potentes
un hombre se acerco a Don ramiro y Virgang, tenia una forma fisica casi perfecta tenia el pelo castaño perfectamente cortado en un peinado corto que favorecía su barba corta y espesa


llevaba una ligera armadura de kelvar en el torso y el símbolo de Europa en el pecho de la misma


el Hombre se paro delante de ellos y dijo


—Hola hijo me gustaría a ver venido en mejor situación mirando fijamente a Virgang


—Padre!? que haces aqui? contesto virgang con gran asombro.




Su padre pareció ignorar su pregunta y se dirigió a Don ramiro con una expresión de preocupación


—Gracias pos avisarme viejo amigo debemos ser rápidos pero como ah ocurrido?


Don ramiro bajo la cabeza con expresión triste y finalmente contesto




—Parece ser que uno de los dos se equivoco de terminal y aislé la sangre equivocada.




Una gran sombra se manifestó sobre el rostro de astur


Astur se llevo la mano a la barbilla reflexionando sobre las palabras de ramiro.


Virgang esteva confundido y preocupado por su amigo


así que no pudo mas y miro fijamente a su padre


—PADRE! QUE ESTA PASANDO!?; dijo gritando


Su padre le miro con seriedad como el no había recordado nunca antes un rato que le parecio una eternidad y por fin le contesto con severidad


—No te preocupes por tu amigo hijo le sacare mientras todavía pueda hacerlo te lo aseguro...


Debemos irnos yo te protegeré mientras pueda, ven vamos a casa debemos movernos antes de que lo hagan ellos.


8 comentarios:

  1. y esto lo ha hecho ranti?

    vaya! la proxima vez que me heche de anonland le pido un autografo!

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  2. me veo a venir lo que va a pasar


    pd. alejnador me parecia muy maricon haora le pondran el culo guapo hahahaha

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  3. Emperador de europa?

    parece que la humanidad a caido en un impresialismo totalitario wtf

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  4. alguien mas esta aqui por el foro del freak?

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  5. en mi opinion la a cagado en cuento menciono la mascara de hierro

    leyendo el libro es muy previsible lo que pasara

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  6. el autor el rantell

    deberia profundizar mas en los temas ay demasiadas ingognitas haora seria un buen momento para hacer un resumen rapido o algo

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  7. esta claro que esto es un tributo a los 3 mosqueteros

    aun asi es curiosa esta vision futurista y supuestamente utopica

    recomiendo hacer mas secretismo y mas thriller

    firmado EFG

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